Sergio Menasché
dice que los colores cambian con las emociones. El verde que vemos siempre igual es otro verde cuando uno está triste. Y es otro verde distinto cuado uno está exultante. Una emoción fuerte resultó la visita al Papa Francisco. Entonces, los colores de Sergio cambiaron.
“Me sorprendió de tal manera la invitación desde el Vaticano, que los colores iban cambiando a medida que se acercaba la hora de partir a Roma.” Cuando el avión se disponía a aterrizar en la capital de Italia, Sergio vi colores y formas, figuras que no había antes.
“Jamas vi en mi vida vi tantas nubes en espiral de colores, ocres, amarillas, blancas anaranjadas. Cada una danzando hacia abajo, dando la bienvenida, maravilla infinita”, cuenta. Y pensó que Dios le tenái preparado un milagro. Otro más.
El camino hacia Francisco empezó una tarde de diciembre del año pasado, cuando Menasché estaba dando los toques finales del retrato del Papa del fin del mundo en su taller de Florencio Varela, cuando escuchó por la radio una voz que saludó al Papa en su cumpleaños.
Inmediatamente, le pidió a su mujer que le tomara una fotografía de la obra en proceso y la subió a Facebook. En una hora y media, su post tenía 1300 visitas, entre ellas la de su hijo Diego, quie iba a acompañarlo en el viaje.
Lo que siguió, lo cuenta Menasché: “Fue Diego quien por mensaje privado comenta con un amigo lo lindo que sería entregar en mano esa obra al Papa. Su amigo le dice que conoce a una señora amiga del secretario del Papa.
El amigo de mi hijo muestra la fotografía de la obra a su amiga, ella hace lo propio con el secretario, Monseñor Karcher y éste, al ver el retrato decide que tengamos una audiencia el día 28 de enero.”
Pero el artista debió pedir la postergación del compromiso: debía preparar desde el pasaporte y buscar la forma de viajar. Lo auspició Air Europa junto a Defensoría del Turismo de la Ciudad de Buenos Aires. Y Menasché viajó con su hijo al Vaticano.
Entonces viajó el 28 de febrero, el día del inicio de la Cuaresma, “fecha especial para quienes amamos la obra de Miguel Angel, pues se cumplían 450 años de su muerte”, agrega el fileteador.
“Fueron muchos trámites para sacar del país mi obra, obsequio que no tenía otro interés que el de hacerle ver y sentir a Francisco el cariño que genera en nosotros los argentinos.”
En la previa, Sergio tenía la cabeza llena de palabras. Pero cuando lo vio a Francisco, se las olvidó de repente. “Tenía miles de palabras para decir pero los nervios, el ansia de verlo, ganaron mi emoción y cuando nos encontramos frente a frente quedamos mudos por unos segundos.
Nuestro saludo fue siincero y respetuoso pero Francisco con su sonrisa de bueno observó con alegría la obra y a nosotros, con un gesto de aprobación dijo, “se nota que está pintada con el corazón”. Sergio le respondió que ese era un obsequio en nombre de todos los argentinos que lo quieren.
“Mientras me escuchaba nos tomó de las manos, hizo una pequeña oración por la familia y nos bendijo; a mi hijo sus manos de guitarrista, a mi las manos de artista. Luego del saludo y las gracias. El sol calmaba por completo el frío de la mañana del 18 de febrero en el Vaticano, día que un bonaerense le regaló un instante de vida a quien supo valorar su arte.”
Sobre el arte de filetear
Para Menasché, la técnica del fileteado debe abandonar la iconoggrafía clásica en pos de nuevas figuras, de formas, de líneas distintas, de nuevos horizontes. “No se puede vivir insistiendo con la imagen de Gardel una y otra vez encerrado en un círculo con flores de cinco pétalos y volutas tradicionales.
Creo que “El Zorzal Criollo” nos pide algo más, aún sabiendo que contamos con pocas fotografías para inmortalizar su rostro. El fileteador debe entender que, con la economía de recursos que nos ofrece este arte, se puede llegara resultados sorprendentes“.
Menasché deja los pinceles en los tachos, frena el vértigo de los colores y toma el verbo para decir: “Hay algo extraño en la reiterada enseñanza de los maestros que a mi se acercaron: son detalles que no puedo quitar con facilidad de mi obra. ´Esa extraña influencia, diría Charly Garcia. Necesito enfocarme y desarrollar todo lo que tengo en mi cabeza´. Los antiguos lo dejaron bien claro en sus majestuosas obras, ¿porqué no con el filete?
Son pocos los que saben el tipo de dolor que se soporta con tal de ver un resultado artístico; cada momento, es una especie de misa celebrada a diario en pos de una mirada pura”. Lo firma Sergio Menasché.
Sergio Menasché es un fileteador varelense que dio sus primeros pasos en 1967 ganando concursos de pintura infantil y desde los ´80 expuso profesionalmente con una selección de muestras, en 1995 participó en Puerto Deseado y 1996 expuso en el Loft de Palermo.
En 1999 incursionó en el arte del filete porteño conociendo al fileteador José Espinosa y en el 2001 participó de la exposición colectiva de filete en el Marco de Pondt y exposición colectiva de filete en el Pasaje Carlos Gardel. Al siguiente año, participó de la exposición colectiva de filetes en el pasaje Jean Jaures, en homenaje a Carlos Gardel.
A partir de entonces se instala en la Boca donde vende sus obras a todas partes del mundo, con el sello Argentino y manos de un artista varelense que dejó su expresión fileteando en el Museo Conventillo de Caminito al ser contratado por el artista Marjal Grum.
Y como sus filetes no podían estar ausentes en Florencio Varela, la comuna lo convocó para la realización del monumento del Bicentenario de la Patria (pintura de la Bandera y filetes) en la Peatonal Monteagudo. # Periodico barrial : Varela al Dia
No hay comentarios:
Publicar un comentario